Hace exactamente dos años estaba haciendo las últimas cuentas, repasando mis planes de futuro con mariposas en el estómago, y llamando a mi jefe para que me dedicase un ratito y poder explicarle que había tomado la decisión de dejar mi puesto de trabajo para dedicarme a tiempo completo a mi propio proyecto.
Lo recuerdo como una experiencia muy emocionante que me tenía constantemente entre la felicidad y la ilusión de dar un paso tan importante, y el pánico y la incertidumbre de saber si estaba tomando la decisión acertada, de si podría llegar a estar a la altura de todas las metas que me había marcado.
Ahora, en la distancia, he aprendido que por muchos planes que uno quiera hacer, o por muchas áreas en las que intente formarse para afrontar los diferentes retos que se presentarán, no hay nada como el día a día para aprender y mejorar como profesional.
Por eso, hoy me gustaría compartir contigo tres lecciones importantes que he aprendido en estos dos años y que me hubiera gustado saber cuando emprendí, además de una sorpresa muy especial de la que os hablo al final del post.
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